Recordando nuestro pasaje de la enseñanza anterior, el verso 28 del capítulo 3 de Romanos dice: concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley

En esta ocasión vamos a ver cómo el apóstol Pablo continúa desarrollando y exponiendo sus razones para este argumento.

«¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,Y cuyos pecados son cubiertos.Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. 10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. 11 y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; 12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.» – Romanos 4:1-12

Vemos aquí que son mencionados dos “superhéroes” bíblicos… ¿Recuerda cómo son conocidos Abraham y David en las Escrituras?

“El Padre de la Fe” y “Un Hombre conforme al corazón de Dios”

Para profundizar más en sus argumentos y que no quede ninguna duda al respecto Pablo va a usar a estos dos personajes, sobradamente conocidos e importantes en la historia bíblica.

En primer lugar, menciona a Abraham y dice algo muy interesante: Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.

En cierta forma, Pablo reconoce aquí que las obras de Abraham podrían ser de tal magnitud que podríamos considerarlas cómo suficientes para lograr la aceptación de Dios como JUSTO.

Y realmente, si hacemos un breve recuento de ellas, en nuestra naturaleza y comprensión humana, nos podemos asombrar… veamos

«Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.» – Génesis 12:1

«Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán» – Génesis 12:4

¿cuántos de nosotros, a los 50, 60 o más años estemos dispuestos a dejar una vida hecha y empezar de nuevo? si bien es cierto que Dios había dicho que haría de él una nación grande, el dejar todo lo conocido, dejar comodidades, amigos, etc., seguramente no fue una decisión fácil de tomar. Pero Abram hizo “cómo Jehová le dijo”

Posteriormente, dice la Biblia, que tanto Lot cómo Abram, habían sido prosperados grandemente por Dios, de tal manera que “la tierra no era suficiente para que habitasen juntos” (Gen. 13:6) y entonces deciden separarse, y Lot toma para sí y su familia lo que a sus ojos parecía lo mejor.

Y nuevamente, viene Dios a Abram y le dice:

«Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moro en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.» – Gen.13:17-18

Una vez más, Abram (que ya era más viejo) obedece a Dios y deja atrás todo lo que había construido.

Sin embargo, el punto culminante de esta obediencia de Abram lo encontramos en Gen. 22:1-2, seguro conoce este pasaje…

«Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te dire.» – Génesis 22:1-2

Pero lo que Pablo señala es que todas estas obras de ninguna manera le permitían a Abram gloriarse delante de Dios… delante de los hombres tal vez, pero definitivamente no delante de Dios.

Regresando al verso 3 del capítulo 4 dice:

porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. 

Y aquí viene algo bien interesante

¿Qué fue lo que creyó Abram?

¿Qué Dios engrandecería su nombre? Si…

¿Qué Dios le daría la tierra que le había mostrado? Si…

¿Qué Dios no permitiría que su hijo muriera? Tal vez…

Pero ¿qué es lo que “le fue contado por justicia”?

«Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. 2 y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? 3 dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. 4 Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará. 5 y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.» – Génesis 15:1-6

Sabemos por la Escritura que tanto Abraham como su esposa Sara, ya no eran jóvenes, y es evidente que su esperanza de tener una familia había desaparecido (le dice a Dios “no me has dado prole”), sin embargo, viene Dios y le dice “mira las estrellas, así será tu descendencia” y es esta fe que Abraham tuvo en las palabras de Dios la que le es contada por justicia… no su obediencia, no sus obras, sino su FE.

El segundo personaje que Pablo usa en su argumento es David, el más grande de los reyes que tuvo Israel, escritor de la mayor parte de los Salmos, el vencedor del gigante.

«6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.»

La palabra “bienaventurado” aquí significa alguien es feliz, dichoso, que califica a quien se le asigna como alguien “digno de felicidad”.

Así, David declara que a los que les son perdonadas sus injusticias y maldades son dignos de felicidad… aquellos a quienes Dios no les cuenta sus pecados, son dignos de felicidad.

El hecho de que Pablo use a Abraham y a David para fundamentar su argumento es importante por el hecho de que, siendo Abraham el padre de la fe judia no era judío ni cumplio con uno solo de los estatutos de la Ley, de hecho, no había Ley.

Y David, siendo Rey de los judios, conociendo, practicando y ofreciendo los sacrificios ritualistas que ordenaba la Ley (1 Sam. 6:17 “… y sacrificó David holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová”), con todo eso, escribe acerca de la justificación por la fe.

Y entonces Pablo plantea la siguiente cuestión

«9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. 10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión

Lo que esto quiere decir es que LA FE FUE ANTES QUE LA LEY en cuanto a la justificación.

La fe fue antes que todo lo que el pueblo judío practicaba en su intento de ser justificados.

Por ejemplo, algo de lo que el pueblo judio se jactaba era justamente del ritual de la circuncisión, a tal grado de etiquetar de manera ofensiva a los demás pueblos como “incircuncisos”.

Pero cuando Abram fue justificado delante de Dios, era un “incircunciso”

¿entonces de que les valia a los judios su ritual?

¿De que manera podemos tomar esto hoy?

Muchas veces nos olvidamos de todo aquello que nos fue perdonado y no ponemos en calidad de jueces y entonces consideramos que tal o cual persona no merece ser perdonada, o que tal o cual cosa, es imperdonable delante de Dios.

Nos consideramos “mejores” que otros porque ya somos “hijos de Dios”.

Nos consideramos “superiores” porque poseemos la verdad absoluta.

Somos los que hemos de juzgar al mundo

Y todo esto puede ser verdad, el problema es que si nuestro argumento para pensar de esa manera es que nosotros “somos mejores” porque leemos la Biblia, nosotros “somos mejores” porque oramos todos los días, nosotros nos reunimos cada domingo… es decir, llegamos a pensar que esas obras son las que nos justifican.

Lo único que nos puede justificar es nuestra FE

Ninguna otra cosa nos declara justos delante de Dios, no hay obra, ritual u odenanza que cumplamos que nos justifique delante de Dios…

Regresemos a los versículos 4-5

«Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.»

Dice la Escritura no dice “justifica al bueno” ni “al que ora”, ni que justifica al “bautizado”

¿Entonces que dice?

QUE JUSTIFICA AL IMPÍO

Abraham fue justificado por su fe siendo impío.

Yo fui justificado siendo impío.

Usted justificado siendo impío.

impío significa: Falto de piedad. Aplicable a una persona cruel, impasible, duro, inflexible, despiadado.

Para terminar, los versos 11-12 dicen

«11 y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; 12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.»

La circuncisión es dada a Abram como una señal de la fe que tuvo en Dios aproximadamente 14 o 15 años después de ser justificado por su fe, y se convierte en ordenanza para el futuro pueblo judío. Como cristianos, podemos equiparar la circuncisión con el bautismo, ambos son una declaración publica de nuestra fe, pero en ambos casos, ni lo uno ni lo otro suman a nuestra justificación, ¿Por qué? Porque son obras, simplemente.

Y esas obras pueden y deberían ser consecuencia de nuestra fe, pero ni aun así pueden ser consideradas para nuestra justificación.

Por último, nuestro pasaje termina mostrandonos a Abram como el Padre de la Fe, no solo para los judios, que es el pueblo que desciende de él naturalmente, biologicamente; pero también es “Padre de la Fe” para nosotros, en una descendencia espiritual, prometida por Dios antes de la circuncisión. Usted y yo somos parte de esa descendencia incontable como las estrellas.

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