Vamos a Romanos 7.

En los primeros 3 versículos, Pablos hace una analogía del matrimonio para ejemplificar nuestra libertad de la Ley de la que habló en el capítulo 5, y en los versículos 4 – 6, establece. Una especie de “cierre”, de conclusión acerca de este tema.

«Por lo tanto, mis amados hermanos, la cuestión es la siguiente: ustedes murieron al poder de la ley cuando murieron con Cristo y ahora están unidos a aquel que fue levantado de los muertos. Como resultado, podemos producir una cosecha de buenas acciones para Dios. 5 cuando vivíamos controlados por nuestra vieja naturaleza, los deseos pecaminosos actuaban dentro de nosotros y la ley despertaba esos malos deseos que producían una cosecha de acciones pecaminosas, las cuales nos llevaban a la muerte. 6 pero ahora fuimos liberados de la ley, porque morimos a ella y ya no estamos presos de su poder. Ahora podemos servir a Dios, no según el antiguo modo—que consistía en obedecer la letra de la ley—sino mediante uno nuevo, el de vivir en el Espíritu.» – Romanos 7:4-6 (NTV)

 A partir del versículo 7, Las Escrituras nos van a mostrar a un Pablo que poco tiene que ver con este superhéroe bíblico, con este super hombre que a veces imaginamos que son los grandes personajes de la Biblia.

El versículo 2 del capítulo 6, en la versión Hispanoamericana de la Biblia… Pablo se dirige a “personas como nosotros”. Y eso es lo que vamos a encontrar en el capítulo 7, a un hombre cómo usted y cómo yo… una persona que está en una batalla en la que tal vez usted o yo hemos estado o aún estamos en este momento.

Ahora, antes que nada, hay que entender lo siguiente: el capítulo 7 de Romanos no estable ningún tipo de doctrina cristiana.

Es decir, si bien es cierto que en alguno momento nos podemos identificar con Pablo, no significa que todos, absolutamente todos los cristianos debamos pasar por lo que el apóstol escribe.

Sin embargo, si está en la Biblia, es por algo y para algo… si está en las Escrituras es porque Dios tiene algo preparado para nosotros… algo que aprender, algo en que meditar o algo que evitar.

Vamos a estudiar Romanos 7:7-25, pero lo iremos viendo por partes.

«Ahora bien, ¿acaso sugiero que la ley de Dios es pecaminosa? ¡De ninguna manera! De hecho, fue la ley la que me mostró mi pecado. Yo nunca hubiera sabido que codiciar es malo si la ley no dijera: «No codicies». 8 ¡Pero el pecado usó ese mandamiento para despertar toda clase de deseos codiciosos dentro de mí! Si no existiera la ley, el pecado no tendría ese poder. 9 Hubo un tiempo en que viví sin entender la ley. Sin embargo, cuando aprendí, por ejemplo, el mandamiento de no codiciar, el poder del pecado cobró vida 10 y yo morí.» – Romanos 7:7-9

 ¿Qué quiere decir que “fue la ley la que me mostro mi pecado”?

¿Qué antes del conocimiento de la Ley no existía pecado en la humanidad? NO

Lo que quiere decir es que cuando tomamos conciencia de lo que es bueno y malo delante de Dios, podemos vernos cómo realmente somos.

 Déjeme ponerlo así, si yo voy en un auto manejando a 140 km/hr. ¿voy rápido o voy a exceso de velocidad?

 Voy rápido… no puedo ir a “exceso” de velocidad porque no hay un límite para la velocidad, pero voy a 140 km/hr… eso no cambia.

Ahora, si en un momento dado, sobre la carretera aparece una señal que me indica que la velocidad límite es de 100 km/hr. Si continúo yendo a 140 km/hr ¿voy rápido o voy a exceso de velocidad?

 ¡Voy a exceso de velocidad! ¿Por qué? porque ya hay una Ley que establece un límite

Cuando Pablo dice que él nunca hubiera sabido que codiciar era malo, si la ley no dijera “no codiciaras”, no está diciendo que antes codiciar era bueno, lo que está diciendo es que antes no tenía la conciencia de que eso era malo… codiciamos antes, y codiciamos hoy, la diferencia es que hoy ya tenemos una conciencia, una mente que se está renovando y que nos dice “Hey, eso no está bien, nunca lo estuvo, pero ahora lo sabes”

Verso 9 Hubo un tiempo en que viví sin entender la ley. Sin embargo, cuando aprendí, por ejemplo, el mandamiento de no codiciar, el poder del pecado cobró vida 10 y yo morí.

¿Cómo es que el poder del pecado cobra vida?

¿Sabe usted cuál es la mejor manera de decirle a un niño que haga algo?

Prohibirle que lo haga. 

No es que antes no codiciáramos… es que cuando me lo prohíben, me es más difícil resistirme.

El hombre siempre ha codiciado, en el Génesis leemos que la mujer vio que el árbol era codiciable para alcanzar sabiduría… sin embargo, su pecado no fue la codicia.

Pero, cuando yo leo en Éxodo 20 la prohibición “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciaras la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” ¿Sabe que pasa? Es entonces que aquello que había hecho antes, sin la conciencia de la Ley, viene a mi mente y soy consciente de que eso no era bueno, es entonces que me doy cuenta de mi pecado.

Versos 10 – 12 lo plantean de la siguiente forma:

«Entonces me di cuenta de que los mandatos de la ley—que supuestamente traían vida—trajeron, en cambio, muerte espiritual. 11 El pecado se aprovechó de esos mandatos y me engañó; usó los mandatos para matarme. 12 Sin embargo, la ley en sí misma es santa, y sus mandatos son santos, rectos y buenos.» – Romanos 7:10-12

Cuando Pablo, y por ende nosotros, tomamos conciencia de todo aquello que hicimos antes, podemos sentir cómo esa carga de la culpa, ese sentimiento de haber sido la peor persona que haya existido jamás… mentimos, robamos, defraudamos, avergonzamos a nuestros padres…

Ahora, La Escritura hace una precisión que no debemos pasar por alto, y que tiene relación con la pregunta que se hace en el verso uno acerca de que, si la Ley es pecaminosa, y la respuesta es no.  La ley es santa en si misma ¿Por qué? por su origen divino, porque proviene de Dios mismo, y de Dios no puede proceder sino algo santo, recto y bueno.

«¿Pero cómo puede ser? ¿Acaso la ley, que es buena, provocó mi muerte? ¡Por supuesto que no! El pecado usó lo que era bueno a fin de lograr mi condena de muerte. Por eso, podemos ver qué terrible es el pecado. Se vale de los buenos mandatos de Dios para lograr sus propios fines malvados.» – Romanos 7:13

Y ahora viene la parte, podemos decir, más trágica de la experiencia de Pablo.

«Por lo tanto, el problema no es con la ley, porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo del pecado. 15 Realmente no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio. 16 Pero si yo sé que lo que hago está mal, eso demuestra que estoy de acuerdo con que la ley es buena. 17 Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.18 Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. 19 Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. 20 Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.» – Romanos 7:14-20

 Mire, leer estos pasajes nos pueden llevar a dos conclusiones, una correcta, y la otra no tanto.

La correcta es que humanamente somos incapaces de luchar contra el pecado que mora en nuestra naturaleza.

La segunda, totalmente incorrecta, y tomar las partes finales de los versículos 17 y 20 y escudarnos en eso, tomarlos cómo una justificación para seguir pecando.

Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, realmente no soy yo el que hace todas esas cosas malas, sino el pecado que vive en mí.

Tomar estos pasajes cómo una justificación, es evadir la responsabilidad que tenemos de hacer lo que Pablo nos manda en el capítulo 6: no permitan que el pecado controle la manera en que viven y no dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en instrumento del mal para servir al pecado.

«He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. 22 Amo la ley de Dios con todo mi corazón, 23 pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí.» – Romanos 7:21-23

 Le decía antes que este pasaje de la Palabra de Dios no puede ni debe establecerse cómo una doctrina para nuestra vida cristiana, pero algo interesante aquí es que si se establece un “principio de vida”: Que aun cuando queremos hacer lo bueno, no podemos evitar hacer lo malo.

La otra cosa por resaltar es la declaración que Pablos hace de amar la les de Dios con todo su corazón y con toda su mente (y con toda su fuerza podríamos decir), pero… hay un “pero”, hay otro poder dentro de mí… Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí.

Y el siguiente versículo quisiera se lo imagine usted cómo ese grito de agonía, de desesperación de Pablo al tomar conciencia del estado en que estaba,

¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte?

 Sabe, si la Biblia no terminara con Apocalipsis 22:21 (La gracia de nuestros Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén) sino que terminara aquí, en Romanos 7:24, estaríamos perdidos… perdidos en desesperación y desesperanza… porque ¡quién nos libertara de esta vida dominada por el pecado y la muerte!

Gracias a Dios y su misericordia, no termina aquí… por el contrario, este capítulo termina con la mayor declaración de esperanza que usted y yo podemos tener:

 25 ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor

Para terminar, necesitamos profundizar en las últimas palabras que Pablo escribe en este capítulo…

Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado.

La mayoría de los comentaristas y teólogos coinciden en señalar que lo que Pablo narra aquí no es exactamente un momento en su vida, sino que más bien, es esta revelación progresiva que tuvo en su andar con Cristo. Importante señalar, que en el verso 24 no clama “Quién me podrá justificar”, ni tampoco “Quien me podrá dar salvación” … esto ya lo ha dejado claro anteriormente, y así lo debemos entender, que es solamente por fe en Cristo Jesús.

Lo que Pablo clama es por liberación, ¿liberación de qué? del poder del pecado en la vieja naturaleza.

Otra cosa en que los estudiosos coinciden es en el hecho de que Pablo va a confrontar dos verdades entre el capítulo 7 vs el capítulo 8: el esfuerzo meramente humano vs la dependencia del Espíritu de Dios (eso lo veremos cuando estudiemos el capítulo 8)

Podríamos decir entonces que la lucha de Pablo nos revela dos caminos: uno, el pretender alcanzar la justificación siguiendo la Ley y descubrir que no hay ninguna fortaleza en nosotros para lograrlo; y dos, tomar el camino de la fe, con el consiguiente descubrimiento de la liberación que es en Cristo Jesús.

Dos lecciones por aprender: No podemos ser lo que deberíamos ser debido al mal que hay en nosotros (sin Cristo); segundo, la liberación la alcanzamos por medio de la FE en Nuestro Señor Jesús.

 APLICACIÓN

Algunas verdades que debemos tomar para nuestra vida:

No importa cuán renovada pueda estar la voluntad humana, la fuerza, el poder en contra del pecado no reside en esa voluntad.

El medio de Dios para vencer el pecado residente no es la fortaleza humana. Ese poder reside siempre y únicamente en el ES que mora en nosotros

No importa que tan firmes y sinceras sean nuestras decisiones y esfuerzos para dejar tal o cual mal hábito, mientras nos apoyemos en nuestra capacidad humana, en nuestra fuerza y voluntad, siempre, siempre fracasaremos.

De igual manera, tratar de hacer cosas buenas, basados en nuestro esfuerzo, es un fracaso seguro.

«Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» – Filipenses 2:13

Déjeme terminar con algo que lei en un comentario: El camino de la FE, es el más aborrecible para “la carne” ¿Por qué? porque en la fe no hay lugar para la religiosidad, no hay lugar para nuestra voluntad, ni hay lugar para nuestro esfuerzo.

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