Por Paola Michelle Rosales

«Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba
consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo
sed»

Juan 19:28

Este síntoma tan natural para el ser humano es una señal que nos envía el cerebro para que regulemos nuestro nivel de agua, cuando ya hay un déficit.

«Tengo sed» en griego se traduciría a una palabra, en español son dos, dos simples palabras con un tremendo significado y muchos motivos detrás.

Dividiremos estos grandes motivos en tres:

1. Se cumplen profecías del Antiguo Testamento

Primero, cumplió Salmo 22.15:

Como un tiesto se secó mi vigor, 
Y mi lengua se pegó a mi paladar, 
Y me has puesto en el polvo de la muerte.

La segunda profecía que se cumplió fue dada en el Salmo 69.21:

Me pusieron además hiel por comida, 
Y en mi sed me dieron a beber vinagre. 

La palabra griega que se traduce como «hiel» es un término general que se refiere a algo amargo. El evangelio según Marcos especifica que la mirra estaba mezclada con vino. La mirra es una resina amarga que se ponía en el vino con el fin de calmar a una persona.

En el siglo I se pensaba que tenía propiedades narcóticas.

Los soldados no pretendían drogar a la víctima como un acto de misericordia. No les importaba si esta sufría o no. La droga simplemente facilitaba su tarea porque sería difícil clavar las extremidades de alguien si esa persona no estuviese hasta cierto punto drogada. Pero Cristo rehusó beber la mezcla de droga. No quería que ninguno de sus sentidos estuviese insensible, se comprometió a sufrir todo el dolor de la cruz.

Para cumplir estas Escrituras, Jesús dijo:

«Tengo sed»

Juan 19:28

2. La sed de Jesús era una señal de su humanidad

Su sed nos muestra su verdadera humanidad. Es la sed de un hombre, un ser humano. Jesús vivió y sintió como nosotros, y fue probado y tentado como nosotros en el transcurso de su vida.

Así aprendemos que Jesús es ambos Dios y hombre —el Dios-hombre por la unión hipostática. No debemos olvidar nunca su divinidad, como la Segunda Persona de la Trinidad. Pero se nos recuerda por su sed en la Cruz, que también fue plenamente humano.

Podemos decir de Jesús lo que Adán dijo de Eva:

«Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne.»

Génesis 2:23

Esto ilustra Su encarnación. Él fue enviado del cielo a la virgen María, y nació como el Dios-hombre en su vientre:

«Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer.»

Gálatas 4:4

Spurgeon dijo:

Verdaderamente qué hombre es, él es en efecto, «hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne», porque lleva nuestras enfermedades…Jesús probó verdaderamente ser hombre, porque él sufrió los dolores que pertenecen a la humanidad. Los ángeles no pueden tener sed. Un fantasma [espíritu], como algunos lo han llamado no podía sufrir de esa manera; pero Jesús realmente sufrió [y Él] soportó la sed a un grado extremo, ya que era la sed de la muerte que se apoderó de él… Esa sed se debió a…la pérdida de sangre, y la fiebre creada por la irritación causada por sus cuatro heridas graves… conforme el peso de su cuerpo arrastraba los clavos a través de su bendita carne y rompía sus tiernos nervios. La tensión extrema produjo un estado febril de ardor. Era un dolor que secó su boca y la hizo como un horno, hasta que él declaró, en el idioma del Salmo veintidós, «Mi lengua se pegó a mi paladar».

Traducción de C. H. Spurgeon, “The Shortest of the Seven Cries,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, 1972, tomo XXIV, pp. 219-220

El tormento físico a Jesús en la cruz fue lo que ocasionó la sed.

Cada clavo tenía entre 6 y 8 pulgadas de largo.

Los clavos fueron incorporados a su muñeca, no en sus palmas como es comúnmente representado.

Hay un tendón en la muñeca que se extiende hasta el hombro. Los guardias romanos sabían que, cuando los clavos estaban siendo insertados en la muñeca, el tendón se arrancaría y se rompería, forzando a Jesús a usar sus costillas para sostenerse.

Sus dos pies fueron insertados juntos, así fue como fue forzado a apoyarse en el único clavo que ataba sus pies a la cruz. Imagina la lucha, el dolor, el sufrimiento, Jesús soportó esa realidad por más de 3 horas.

3. La sed de Jesús era una señal de su sustitución por los pecadores

Jesús dijo «Tengo sed» porque él es el sustituto que sufre por el pecador. 

El apóstol Pedro nos dice que Jesús «llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (1 Pedro 2:24). Sin duda estos versículos dejan claro que la sed de Jesús era parte del sufrimiento que Él pasó, como nuestro sustituto, en la cruz. 

Resulta muy interesante y hasta irónico que Jesús estuviera pidiendo agua. Él era el mismo que le dijo a la mujer samaritana «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.» 

Pero ahora vemos que Cristo, la fuente de vida tiene sed.  

¿Por qué si Jesús era Dios, no se quitó la sed? 

La sed que sufrió Cristo fue para que nosotros nunca jamás tengamos sed. Y estas palabras son reales. Tal como en los días de Moisés, Cristo (la roca) puede darnos agua.

Cristo, la piedra angular que es fuente de agua viva, fue golpeado una vez y para siempre ( en la cruz del Calvario) para que nosotros podamos beber del agua que salta para vida eterna (Juan 4.7).

La muerte de Cristo aunque similar a las de aquellos hombres que estaban crucificados junto a Él fue al mismo tiempo muy distinta. 

Cuando Cristo murió lo hizo en lugar nuestro. En la cruz él sufrió no solamente una muerte y sufrimiento físicos sino que sufrió la paga infernal que nosotros deberíamos sufrir. Cristo llevaba sobre sus lomos la condenación del pecado de su pueblo.

Podemos concluir diciendo que Cristo:

  • Siendo rico se hizo pobre para darnos riqueza espiritual.
  • Siendo fuerte se hizo débil para darnos fortaleza.
  • Estando en gloria se hizo humilde para llevarnos de su gloria.
  • Siendo Dios se hizo hombre para que participemos de su naturaleza.
  • Siendo pan, pasó hambre para alimentar nuestra hambre espiritual y
  • Siendo la fuente de agua, tuvo sed para que los que le buscan no tengan sed jamás.