Guadalupe Gutiérrez Magallanes


Recibí la Palabra de Dios a través de la vida de mi padre Florentino Gutiérrez Álvarez, su encuentro con Jesús fue dramático, él, enfermo y hospitalizado en la ciudad de Chicago en el año de 1972, fue sanado y salvo por la fe que depositó en Jesús. Su vida fue transformada, y cuando él regresa a México era otra persona “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es…” – 2 Corintios 5:17; él regresó a Estados Unidos y con él mi madre y mis cuatro hermanos menores, quienes entregaron sus vidas a Cristo Jesús allá.

Mi encuentro personal con Jesús vino unos cuatro años después, en enero de 1976. Mi padre, que ya tenía el llamado y la urgencia de predicar el Evangelio, me pidió que fuera con ellos antes de que regresarán a México, “quiero que conozcas Estados Unidos” – me dijo por teléfono – y fui para allá, pero lo más grandioso no fue conocer aquel país, sino conocer a ¡Jesús, mi Salvador, mi Señor, mi Dios!

Durante mis años de estudiante de Preparatoria (1968-1970) fui influenciada por algunos de mis profesores acerca de la existencia de Dios, y, aun cuando nunca lo expresé públicamente, en mi interior se arraigó la idea de que “Dios no existe, todo es producto de tu mente”, así que fui cambiando mi forma de pensar y llegue a creer dentro de mí misma que “Ni Dios, ni el diablo existen”.

Pero mi encuentro personal con Jesús vino a desarraigar toda idea de ateísmo, vino a darme verdadera seguridad y libertad que nunca antes había experimentado; cuando veníamos de regreso a México, todavía del otro lado de la frontera, en una pequeña misión en San Juan, Texas, la hermana Lupita Benavides oró por mí, y, por primera vez experimenté el ¡poder de Dios sobre mi vida!. ¡Ya no fui la misma!

Vino a mi vida un hambre y sed por la Palabra de Dios, los dones del Espíritu comenzaron a manifestarse. Comencé a servir al Señor junto con mi padre, mi madre Inés Magallanes, mis hermanos Alfredo, Eugenia, Rafael, Leonardo y Luis y mucha más familia que El Señor salvó, y glorificó Su Nombre, dándonos el privilegio, la responsabilidad y la alegría de iniciar esta obra ICS.

No ha sido fácil y reconozco que en el camino se cometen muchos errores, pero el Dueño y Señor de la Iglesia es Jesús, ¡Él prometió estar todos los días con nosotros y lo ha cumplido! Estamos viviendo tiempos difíciles pero a la vez tiempos nuevos con cambios asombrosos. Conocer a Jesús, oír su voz todos los días a través de Su palabra y hacer Su voluntad ha sido lo más importante en mi vida.

Las nuevas generaciones están ante un gran desafío, pero creo firmemente que asumirán con responsabilidad, valor, pasión y amor el tiempo que les ha tocado vivir porque sus vidas están ¡en Cristo Jesús!!! ¡El cumplirá Su propósito en ellos!!!