Por Hugo Rosas

«Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso»

Lucas 23:43
Iglesia Camino de Salvación - 7 Palabras: 2. Salvación
Iglesia Camino de Salvación – 7 Palabras: 2. Salvación

Me llama la atención el orden de las siete palabras, ya que la primer palabra es la del perdón («Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»), y me hace pensar en cómo es que Dios actúa, en su gracia y su misericordia, pues no se queda únicamente en perdonar nuestros pecados, sino que inmediatamente pone a nuestro alcance la salvación.

El evangelio de Lucas, en el capitulo 23, versos 39 al 43, nos relata la historia donde encontramos a Jesús ya crucificado, en medio de dos ladrones. El texto dice:

39 Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: —¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! 40 Pero el otro criminal lo reprendió: —¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? 41 En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo. 42 Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.43 —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.

Lucas 23.39-43

Recordemos que la muerte de cruz estaba reservada para los mayores criminales de esa época (lo que, por cierto, hace más grandioso el sacrificio de aquel que fue sin pecado); por tanto, podemos deducir que estos dos hombres no eran simples ladrones, comunes y corrientes, es probable que no solamente habían robado, sino que tal vez también eran asesinos, estafadores, delincuentes de la más baja ralea… y por eso estaban siendo torturados y sacrificados en la cruz.

Entre estos dos hombres no encontramos ninguna diferencia en cuanto a su pasado, en cuanto a la forma en que habían vivido; habían cometido cantidad de delitos, tal vez incluso fueron compañeros en algunos de ellos… eran pecadores hechos y nada derechos…

Sin embargo, en los últimos momentos de su vida, por el poder de Dios, les es revelada la verdadera naturaleza de ese tercer hombre que estaba en medio de ellos… y es la manera en que cada uno de ellos responde a esta revelación lo que marca un cambio fundamental en el futuro eterno de cada uno.

Un reconocimiento lleno de soberbia

El primero de ellos, al recibir esta revelación (no sé si de manera intelectual o espiritual) increpa a Jesús diciéndole: «¿No eres tú el Cristo?» Y aunque esta es una pregunta, se hace en modo afirmativo, es decir, aquel ladrón no le estaba preguntando a Jesús si él era el Cristo, en realidad lo estaba afirmando: «Tú eres el Cristo».

¿Y qué es lo que hace al recibir esta revelación? ¿Reconocer su responsabilidad respecto a su situación? ¿Arrepentirse? ¡No!, lo que hace es un reclamo: «¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!»

Este hombre reconoce que Jesús puede bajar de la cruz y salvarse a sí mismo… y de paso salvarlos a ellos (Interesante ¿no?), pero este reconocimiento no es una muestra de exaltación o rendimiento ante Jesús, sino un reclamo lleno de soberbia… un reclamo que sale de un corazón endurecido, de una mente entenebrecida.

Un reconocimiento lleno de arrepentimiento

Del otro lado, esta esté otro hombre… igualmente un delincuente consumado, a quién también se les es revelada la naturaleza de Cristo, pero que, a diferencia del otro, reconoce, en primer lugar, que la vida que ha llevado, sus faltas, transgresiones y sus pecados son la causa de que él esté en esa cruz; y, en segundo lugar, al serle revelada, reconoce la deidad de Jesús… y actúa en consecuencia.

Su primera reacción es reprimir y hacerle ver las cosas claramente a su compañero:

¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos…

Es maravilloso ver cómo cuando el sacrificio de Jesús se nos es revelado, somos capaces de reconocer que nuestra manera de vivir, nuestros pecados, los delitos que hemos cometido, no merecen otro castigo que la muerte (porque la paga del pecado es muerte, no lo dudes)… pero esta revelación cobra valor siempre y cuando podamos reconocer estos delitos… siempre y cuando podamos reconocer que nuestro pecado nos ha alejado de Dios, que nos separa de Él.

Este hombre hace una petición verdaderamente increíble, que denota no solo reconocimiento, sino arrepentimiento por los pecados cometidos… le pide al Maestro:

«Acuérdate de mi cuando vengas en tu Reino

Es probable que este hombre hubiese oído hablar de Jesús, tal vez oyó o le contaron lo que El Bautista predicó acerca de Él… y ahora, viéndose ahí, a punto de morir, recuerda que alguien le dijo «Arrepiéntanse, porque el reino de Dios se ha acercado» y le pide a Jesús que cuando eso suceda, se acuerde de él, y lo tome en cuenta para estar en ese Reino.

Y ¿saben?, hay dos cosas que realmente me impresionan en la respuesta de Cristo a esta petición; la primera: no hay un cuestionamiento por los pecados cometidos por este hombre, no le pregunta si sus faltas fueron pocas o muchas, si fueron grandes o pequeñas… pareciera que pasa esto por alto.

Y segundo: la maravillosa respuesta de Cristo Nn es «Sí, no te preocupes, cuando yo venga me acordare de ti».

¡No! La respuesta de Jesús es «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» ¡Hoy! No mañana o el próximo mes. ¡Hoy!

Y, además, esto no era una mera posibilidad… no era un «tal vez», fue un rotundo te aseguro

¡Y quien lo estaba asegurando tenia toda la autoridad para hacerlo!

Los soldados romanos, sin saberlo, tratando de burlarse de Jesús habían hecho pública esta autoridad, ellos habían inscrito en la cruz una insignia que decía «ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS», y ahora, justamente él toma esta autoridad —autoridad que siempre ha sido suya— para perdonar los pecados de este hombre y para garantizarle un lugar a su lado.

En este día, a ti que verdaderamente has puesto tu fe y tu confianza en Cristo Jesús, quiero recordarte esto: Estarás con él algún día. El Evangelio de Juan dice en 14.2:

«En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros

¡Podemos tener esa certeza! ¡Porque quien nos la da es quien tiene autoridad para hacerlo!

A ti, amigo, amiga que estás leyendo esto te quiero decir lo siguiente: Él ya ha extendido su perdón sobre nosotros, a eso vino, a ser el sacrificio perfecto y sin mancha por la humanidad, pero ahora el aceptar la salvación depende de ti.

Hoy es el día para reconocer que has pecado y hoy tienes delante de ti dos alternativas: Reconocer la deidad de Cristo pero no arrepentirte de tus pecados, o bien, reconocer la deidad de Cristo, tu condición de pecador, tomar su perdón y pedirle a Jesús que hoy te dé un lugar a su lado.

Yo te invito a que tomes la mano que Dios te extiende en esta hora, y le pidas: «Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino».